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"De Ratones Y Hombres": una crítica enmascarada al ideal masculino

  • Foto del escritor: Gloria
    Gloria
  • 18 feb 2020
  • 4 Min. de lectura

De Ratones Y Hombres es una gran crítica enmascarada a la sociedad patriarcal americana tras la Gran Depresión.


Cuál era la situación en EE UU tras la Gran Depresión

Económicamente, había una gran precariedad.

La gente no vivía, sino más bien subsistía. El libro se centra específicamente en el segmento de la población constituido por hombres jóvenes y fuertes sin familias que se dedicaban a trabajar los ranchos.


Generalmente eran hombres solitarios que se pasaban unos meses en un rancho y cuando se cansaban hacían sus maletas y se iban a otro.


Socialmente, este ideal masculino estaba muy limitado (era un paraíso cerrado). Los hombres habían de ser fuertes, violentos y sobre todo solitarios, pues cualquier relación de amistad estrecha con otro hombre ponía bajo sospecha su virilidad, y eso para aquel entonces, era lo peor que le podías hacer a un hombre.


El libro qué cuenta

Es ahí donde la historia de George y Lennie (nuestros protagonistas) cobra sentido, pues Lennie tiene diversidad funcional y George se encariña especialmente de él por esta razón y le ayuda a cuidarse por sí solo.


Esto hace que no cumplan en su totalidad el ideal de hombre americano, ya que no están solos, se tienen el uno al otro.


Para ellos este hecho es bendición a la vez que maldición, como ellos mismo dicen:

—Los hombres como nosotros, que trabajan en los ranchos, son los tipos más solitarios del mundo. No tienen familia. No son de ningún lugar. Llegan a un rancho y trabajan hasta que tienen un poco de dinero, y después van a la ciudad y malgastan su dinero, y no les queda más remedio que ir a molerse los huesos en otro rancho. No tienen nada que esperar del futuro.

Lennie estaba encantado.

—Eso es..., eso es. Ahora, explícame, cómo somos nosotros. George prosiguió —Con nosotros no pasa así. Tenemos un porvenir. Tenemos alguien con quien hablar, alguien que piensa en nosotros. No tenemos que sentarnos en un café malgastando el dinero sólo porque no hay otro lugar adonde ir. Si esos otros tipos caen en la cárcel, pueden pudrirse allí porque a nadie le importa. Pero nosotros, no.

—¡Pero nosotros no! —interrumpió Lennie—. Y ¿por qué? Porque... porque yo te tengo a ti para cuidarme, y tú me tienes a mí para cuidarte, por eso. —Soltó una carcajada de placer— ¡Sigue ahora, George!


Así, se va desarrollando la historia en la que se deja ver la estrecha relación entre los dos protagonistas hasta llegar a un final trágico en el que nos muestra un amor carnal puro o quizás una amistad fraternal inquebrantable (hay múltiples opiniones al respecto), pero que en cualquier caso es una denuncia a esa sociedad que no dejó que se expresaran libremente.


Algunos diálogos de la película son:


–George, ¿Quieres que me vaya y te deje solo?

–¿Dónde diablos ibas a ir?

–Bueno...Podría irme a esas montañas. En algún sitio encontraría una cueva.

–¿Sí, eh? ¿Qué ibas a comer? No tienes suficiente cabeza ni para buscar qué comer.

–Algo encontraría, George. No necesito buena comida con salsa de tomate.

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Slim miró a George, a través de él, más allá de él.

—No hay muchos hombres que viajen juntos —musitó—. No sé por qué. Quizás todos tienen miedo de todos los demás en este condenado mundo.

—Es mucho mejor viajar con un amigo —opinó George.

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Slim se echó levemente hacia atrás para que no le diera la luz en la cara.

—Es raro cómo vais juntos tú y él. —Era una calmosa invitación a la confidencia. —¿Qué tiene de extraño? —preguntó George a la defensiva.

—Oh, no sé. Casi todos viajan solos. Casi nunca he visto a dos hombres que viajen juntos. Ya sabes cómo son: aparecen en un rancho y les dan un camastro y trabajan un mes, y después se cansan y se van solos. Parece que nadie les importe. Por eso digo que es raro que un chiflado como él y un hombre tan listo como tú anden juntos.

—No, no es un chiflado —dijo George—. Es imbécil como un burro, pero no está loco. Y yo tampoco soy tan listo, si lo fuera, no estaría cargando cebada por cincuenta dólares y la comida. Si fuera inteligente, si fuera tan sólo un poco listo, tendría mi granja, y estaría recogiendo mis cosechas, en lugar de hacer todo el trabajo y no poseer nada de lo que nace en la tierra.

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—¿No me vas a dejar, George, verdad? Yo sé que no me vas a dejar. George se acercó con pasos torpes y se sentó junto a él.

—No.

—Ya lo sabía. Tú no eres capaz de eso.

George guardó silencio.

—George —llamó Lennie.

—¿Sí?

—Otra vez me he portado mal.

—No importa —dijo George, y volvió a quedarse en silencio.

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—Los hombres como nosotros —empezó George— no tienen familia. Ganan un poco de dinero y lo gastan. No tienen en el mundo nadie a quien le importe un bledo lo que les ocurra...

—Pero nosotros no —gritó Lennie con felicidad—. Habla de nosotros, ahora. George permaneció callado un momento.

—Pero nosotros no —repitió.

—Porque...

—Porque yo te tengo a ti y...

—Y yo te tengo a ti. Nos tenemos el uno al otro, por eso, y hay alguien a quien le importa un bledo lo que nos pase —exclamó Lennie triunfalmente.

 
 
 

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